sabato 26 luglio 2014

TAMPOCO YO TE CONDENO (Jn 8, 11)

Como soy un Religioso, quiero contarles que la vida comunitaria - para los/as Consagradas - es un aspecto muy central. Practicamente es el caldo de cultivo donde madura nuestro amor. Puedo ser un santito con la gente de afuera, mas si soy un “mala leche” con los mios, de poco sirve mi semblante angelical.

En fin: los/as Religiosos/as damos testimonio cuando nos queremos primeramente entre nosotros/as (cfr. Jn 13,35). La vida en comùn reclama mucho realismo: se comparte el Evangelio, el proyecto congregacional; pero tambièn: el caràcter, el temperamento... riquezas y fragilidades de cada uno. Tanta molteplicidad, si no es afinada a travès del empeño de todos, en lugar de sinfonìas puede dar lugar a... ¡cacofonias!

¡Tarea bella y ardua la vida comunitaria! Para muchos Santos ha sido el crisol de su misma santificaciòn.

La comunidad puede ser el anticipo del cielo (cfr. Sal 133). Asimismo: teatro de conflictos extremos, al punto de fracturarse irremediablemente. Cuando jòven Religioso, quedaba muy escandalizado frente a episodios similares. Ahora no: los años – y la conciencia de mis defectos – me regalaron el don de la comprensiòn hacia la misteriosa complejidad del ànimo humano.

No siempre la baja calidad relacional - en las comunidades religiosas -  es el fruto de la indisposiciòn de sus miembros. Juegan en contra factores como: traumas infantiles no superados, trabas afectivas, incapacidad para expresar emociones, acumulaciòn de malentendidos, asperezas caracteriales, rigidez de opiniones, incapacidad de pilotear ciertas tensiones.

A menudo los Religioso que padecen estos conflictos, son personas de mucho bièn; llevan con dignidad y ofrecimiento espiritual la cruz que les tocò, aceptando aquello que no tan facilmente pueden cambiar en ellos y/o en los demàs cohermanos.

Algo parecido se podrìa afrimar en àmbito matrimonial. Por cierto la especificidad sacramental une a los cònyugues (transformàndoles en una nueva realidad inscindible) de forma distinta que los Religiosos; pero los mecanismos de la relaciòn son muy similares. Tambièn en este tipo de conflictos juegan variados factores. Cada crìsis es distinta a otra en cuanto a causales y consecuencias de las mismas.

Asì como para los Religiosos, a los conyugues la separaciòn fìsica se propone - en muchos casos - como extrema-dolorosa instancia. Una separaciòn conlleva siempre mucho duelo, aun cuando no parece que asì sea. Se sufre en razòn de un sueño quebrado, por los hijos, por un camino de fe obnubilado por el fracaso de ese “para toda la vida” prometido a Dios, ...

En base a estos preàmbulos, el prejuicio que configuraba a los cristianos que viven el drama del divorcio como “pecadores pùblicos, personas a condenar/anotar al margen” pierde definitivamente su razòn de existir. Afortunadamente hoy en la Comunidad Eclesial, estas actitudes condenatoria van progresivamente mermando a favor de comprensiòn y respeto, pese a que todavìa quede camino por hacer.

Tambièn la situaciòn de los divorciados en nueva uniòn (de ahora en adelante: DNU), aunque radicalmente diferente a la de los separados fieles al vìnculo, ha asistido una evoluciòn profunda con respecto a la mirada del Magisterio: “Hoy dia el Magisterio, desde la Familiaris Consortio y las encìclicas que siguieron, habla de atenciòn a estas personas, de cariño pastoral, de comprensiòn, de cercanìa, de aliento. Puede que falte mucho por comprender [...] pero esta nueva actitud està en la direcciòn justa” (Carlo Maria Martini, Io vi sarò propizio, Ed. Paoline, Milano, 2002, p. 85). No se trata de caer en la tentaciòn simplista frente a la cual todo diere igual, sino de tratar la problemàtica valoràndo los aspectos de inclusiòn, y no de exclusiòn apriorìstica. Y por sobre todo: proponiendo (a los DNU) un vàlido itinerario de crecimiento humano/ espiritual dentro de la misma Comunidad Eclesial.

Me preme aclarar que al hablar de DNU, no me refiero a quienes viven en concubinato (condiciòn que nada tiene que ver con el estado de los NDU), sino a aquellas : “Parejas [catòlicas] que se presentan casados invalidamente [en nuestro caso: vueltos a casar tan solo con contrato civil], expresando asì su intenciòn de ligarse establemente (Bernard Haring, Shalom, Editorial Erder, Barcelona, 1981, p.106). Dicho en otras palabras: “Tales matrimonios no son concubinatos, por el hecho de que ambas partes se han ligado entre sì formalmente [a travès del matrimonio civil, con intenciòn, pues,de formar una familia, de vivir como marido y mujer durante toda su vida ]. Una de las razones màs frecuentes [de invalidez] consiste en que una de las partes estaba ya casada ya validamente con otra persona” (ivi, p.107).

Me preme ahora detallar un poco màs el argumento, repartièndolo en dos subtìtulos:

  •  los NDU y la Comuniòn Eclesial
  •  los DNU y la Comuniòn Espiritual.

LA COMUNIÒN ECLESIAL : cabe comenzar con una afirmaciòn que disipe a la raiz toda duda: los fieles DNU estàn incluidos en la comuniòn eclesial, aun con su situaciòn contradictoria, y, si se quiere, con su pecado (“¿quièn en la Iglesia es exento de pecado?”- cfr. 1 Jn1,8). Dichos en otros tèrminos: no son personas excomulgadas o afectadas por alguna suerte de entredicho.

Para entender la enorme portada de tal afirmaciòn cabe recordar, aun de forma muy resumida, que signifique ser Iglesia: una comuniòn de personas incorporadas - por el bautismo y los demàs sacramentos - a Jesùs. Esta comuniòn eclesial es al mismo tiempo invisible y visible. Su realidad invisible es substanciada por la comuniòn de cada fiel con el Padre por Cristo en el Espìritu Santo. La comuniòn eclesial visible se basa en la profesiòn de la misma fe enseñada por el Papa y los Obispos en comuniòn con èl. Estos dos aspectos estàn en òsmosis entre ellos (cfr. Congregaciòn para la Docrina de la fe, Carta a los Obisbos de la Iglesia Catòlica sobre algunos aspèctos de la Iglesia considerada como comuniòn, 1992, n. 4). Los DNU viven ambas dimensiones eclesiales (cfr. Carlo Caffarra, “Orientamenti Pastorali per le situazioni matrimoniali irregolari, in particolare per i fedeli divorziati risposati”, febrero 2000), y estàn calidamente invitados a fortalecerlas a travès de la caridad, la educaciòn religiosa de sus hijos, la oraciòn, la meditaciòn de la Palabra, los retiros espirituales, la participaciòn a la misa, la Comuniòn Espìritual.

Como posible meta de este camino gradual de crecimiento, la Iglesia propone - cuando y si los fieles DNU se sientan preparados y/o dispuestos - la cesaciòn de la relaciòn. Si esto no fuere posible por la presencia de los hijos (en este caso prima la preservaciòn de los hijos, a los que no se les puede privar de su propios padres), se propone la cesaciòn de la “affectio coniugalis”, o sea: la interrupciòn de los actos matrimoniales y el progresivo incremento de la relaciòn afectuosa, de recìproca estima y de ayuda recìproca entre ellos dos: “En esto consiste el significado profundo de: vivir como hermanos” (ib).

La presentaciòn de esta perspectiva de vida podrìa aparecer, a primera vista: àrida, poco humana, y en definitiva... irrealizable. No es asì. No cabe duda de que se trata de una soluciòn dificultosa; pero son muchos los fieles DNU que la han cocretado, logrando un sinnumero de beneficios humanos/ espìrituales y recuperando el gozo de ser readmitidos a los sacramentos de la reconciliaciòn y de la Eucaristìa. La potente ayuda de Dios nunca falta, hacièndonos descubrir que: “Todo lo [podemos] en Aquel que [nos] fortalece” (Flp 4,13).

Cabe destacar

LA COMUNIÒN EUCARÌSTICA: segùn el Magisterio, los DNU catòlicos viven una situaciòn que a nivel teològico/mìstico/sacramental, contradice la comuniòn esponsal Cristo/Iglesia, significada en la Eucaristìa y en el sacramento del Matrimonio; y en segunda instancia (viven) una situaciòn de pecado. En esta razòn – y no en una disposiciòn punitiva de la Iglesia – radica la imposibilidad de recibir la Eucaristìa.

A este punto cabe recalcar que una pastoral honesta, adulta y completa, tiene el deber de explicarles (a los DNU) que existen otras situacione que contradicen la Comuniòn Eucarìstica (cfr. Caffarra, cit.) ; pienso, por ejemplo, a los catòlicos que faltan habitual y gravemente a la caridad y a los derechos humanos; a los Obispos, Presbìteros, Religiosos (y personas formalmente casadas) que viven la infidelidad, la falta de caridad y la mala gestiòn economica como pràxis abitual; a los cristianos que practican la injusticia social, estafas, corrucpciòn laboral, econòmica, polìtica, abuso de poder, ... (cfr. 1 Jn 2,4).

Va dicho claramente que una pareja de fieles DNU que se aman, que aman y crian con amor responsable a sus proprios hijos, y que se abstienen de comulgar por respeto a las normas de su fe... vive màs coherencia que aquellos cristianos que se acercan al Cuerpo del Señor con el corazòn inchado por tanta basura recièn mencionada (cfr. 1 Cor 11,27-28).

Màs veces he podido tocar con mano cuan dolorosa es, para los fieles DNU, la privaciòn de la Eucaristia. Y cuanto nos resulte dificil a los Pastores dar a entender que no se trata de un “no quiero”, sino de un “no puedo” sussurrado con amabilidad y humildad en seno a una Iglesia que es depositaria de un Mensaje (La Palabra de Dios) màs grande que ella y que no le pertenece.

Pero: ¿debe ser la causa por la cual antas hermanas y hermanos DNU sufran la separaciòn de Dios? ¡De ninguna manera!

La pregunta de fondo, para los fieles DNU, debe ser la siguiente y en esa deben concentrar todos sus anhelos: ¿cuàl el deseo de Dios para nosotros en el ahora (en lo inmediato) de nuestra relaciòn? La respuesta va a ser bellisima, plenamente gratificante, llena de paz: estar con nosotros. ¡Esto es lo que Dios quiere, ahora, en nosotros, pese a nuestra situaciòn. La identidad misma de Dios, en la Biblia, se identifica con su mismo deseo de revelarse-relacionarse-estar-caminar con nosotros!

Nuestra misma irregularidad puede tranformarse en el Horeb donde Dios quiere darnos a conocer su amor (cfr. Ex 3,1-8). en el Horeb Dios nos dio a conocer su nombre (en la mentalidad bìblica indica: la identidad y la misiòn de quien lo lleve): Yahvè (aquel que està conmigo, a mi lado, qu me acompaña con cariño, que se me quiere manifestar).

Desde esta perspectiva la Comuniòn Espiritual (aconsejada a los fieles DNU) adquiere un significado sòlido, simbòlico, y por eso real y eficaz, porque pone en acto el encuentro de dos deseos: el de Dios y ardiente sed de mi (cfr. Jn 19, 28) y el mio hacia Èl, igualmete sincero y fuerte (el deseo es la energìa màs potente que tenemos). La convergencia de los dos anhelos genera una rebosante comuniòn de amor .

La Comuniòn espiritual nos habla de un maravilloso... “ vicio divino ”: cuando el Amado (Jesùs) no pueda pasar por la puerta, no dudarà un instante en introducirse por la ventana, o por el techo o por donde fuere para alcanzar a su Amada (nosotros); porque nada ni nadie podrà separarle de ella:

¿Quièn nos separarà del amor de Cristo? [nada] podrà separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesùs, Señor nuestro” (Rom 8,35.38-39).

EPÌLOGO.

Me doy cuenta de como no sea fàcil dar respuestas que satisfagan las variegadas sensibilidades entorno a tan delicado y polièdrico argumento. Pero màs que en las respuestas – reitero – el desafìo estriba en actitudes propedèuticas como: el ofrecimiento de espacios de aceptaciòn no juzgante, un clima de fraternidad normal (no forzada) y de dialogo; todas actitudes aptas a suportar un itinerario pastoral adulto y - no està de màs añadirlo - eficaz .

Esto – a mi parecer - el gran desafio de las comunidades cristianas hacia los fieles divorciado.

Hablamos de itinerarios densos de realismo: non rebocados por una piedad allanadora; que no esquiven los baches y que no se deslizen hacia actitudes simplistas con respecto a una situaciòn que de simple tiene casi nada.

¿Se puede? Si, se puede. Lo atestigua el Espìritu de Jesùs, fuente de esa muy genuina y autentica epikeya (virtud muy frecuente en el Evangelio) que sopla a nuestro favor : “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Jn 10,10).

                                                                                  (hermano Ignacio Cùncu Pìàno hm). 20/10/2013